sábado, 24 de octubre de 2009

Jurassic Park…



Jurassic Park es sin duda, la película más importante de mi vida. La que me haría querer ser director. La primera película que como Julio Cabrera diría, me afectó logopáticamente; a los ocho años fui confrontado de manera violenta, indefectible, con una “realidad” hasta entonces no manifiesta, al menos no clarificada, no convidada de manera tan acuciante y verdadera. Ya nada sería después lo mismo.

La interesante versión fílmica de Spielberg del excelente libro de Michael Crichton, desde la secuencia de apertura, muestra –aunque a veces sin mostrar- (y ahí está la magia) la imposibilidad de la doma (o incluso reconciliación con) de la naturaleza y la fragilidad de la vida humana; es funesta como Baudelaire en los paraísos artificiales: ¡Qué viva la fatalidad y qué gire!…

La película de Spielberg, como cualquier película, es una actualización de la posibilidad, en este caso, de una posibilidad hasta hace poco imposibilitada, y que resuena de manera profunda, la posibilidad de la manipulación genética. El salto gigantesco, la peculiaridad de la catástrofe spielbergiana es precisamente esa artificialización esencial de la naturaleza, mediante la técnica, pero no ya de manera meramente especulativa como el Frankenstein de Shelley, sino literal, biotécnica.

La genética ha sido –nótese la conjugación- el paso más osado que la ciencia del hombre se ha atrevido a dar, y es capaz de trastocarlo todo, de origen además; como dije, ya nada sería después lo mismo.

La actitud baconiana del poderío que infunde el saber, es ridiculizada por la fuerza ignorante pero incontenible de la naturaleza, el Hombre, como en la mayoría de los filmes catástrofe es puesto en su justa dimensión, sometido ineluctablemente por lo que intenta someter. En el argot taurino hay el siguiente dicho: El toro pone a cada quien en su lugar.

Precisamente es lo que pasa a los protagonistas tanto de Jaws, como de Jurassic Park.

A pesar (precisamente por ellas) de valerse de técnicas –fotografía, dirección de arte, efectos especiales, soundtrack etc.- bastante “artificiales”, cosa propia del cine (del arte), Spielberg pretende precisamente la desvirtuación de las mismas como vehículo absoluto de la relación con el mundo. La naturaleza en su totalidad se nos escapa, siempre algo inefable hay, irracional, incontrolable en ella. La teoría del caos, el principio de incertidumbre de Heisenberg, las ecuaciones no lineales, la ciencia que Ian Malcom practica, revelan la condición limitada humana, el mismo punto de siempre, nuestra mortalidad, siempre renegada, y postergada, pero al fin de cuentas emprendida, nos sacuden el polvo de la ilusión de la infalibilidad y el blindaje.

¿Qué tan natural es la técnica? Es decir, qué tan natural puede ser algo hecho por el Hombre, que finalmente –y en principio- es parte de la Naturaleza. ¿No sería precisamente una expresión de la misma, una manifestación de la Catástrofe Humana? ¿El equivalente a la mordida del tiranosaurio o la fuerza del tornado?, si la naturaleza es indiferente en su irracionalidad, desplegando hostilidades diversas e indiscriminadas sin cesar, ¿la racionalidad humana con su consiguiente ciencia, no serían una forma más de estas agresiones? ¿La racionalidad al perder la inocencia, la indiferencia de la naturaleza, es acaso menos volátil, o todo lo contrario? ¿La racionalidad es acaso inofensiva per se, indiferente, inocente como la naturaleza, o de no ser así, los criterios de su intencionalidad, no serían igual de aleatorios que los del mundo natural, nuestras convenciones o ideales éticos, racionales, emotivos, científicos, religiosos, etc., no serían meros asuntos contractuales, contingentes y no necesarios, o si lo son, quizás sólo en la medida en que permitan la propagación de las fuerzas humanas, tanto destructiva como constructiva, dentro de la totalidad de la naturaleza? El problema es ese, ¿qué tan afuera estamos de ella? ¿Si la distancia distancia, entonces estaríamos inmunes totalmente a ella?, y si no es así, cualquier intento de resguardo es sólo eso, porque hasta el último escondrijo, por muy científico –o filosófico- que sea, no deja de ser parte de ella...

1 comentario:

Gabriela Guevara (Pasifae) dijo...

Mucha suerte! y que tengan muchos seguidores...