Al comienzo de
El hombre de la cámara, Dziga Vertov proclama que su película es un experimento fílmico, sin intertítulos ni guión, además de estar alejado del teatro. A la par de lo que ocurre en Francia con el
Cinéma Pur, en estas líneas Vertov pone de manifiesto lo que es el
cine puro: un rompimiento con el teatro y la literatura, proclamando la independencia del cine de éstas. De acuerdo a esta teoría, el cine, para ser verdadero, debe aprovechar sus propias técnicas -la edición, los efectos ópticos, la composiciòn visual-sonora, los movimientos de cámara y los ángulos- para lograr así un lenguaje universal. Ni siquiera Sergei Eisentein o D.W. Griffith habían llegado a hacer un anuncio tan radical, a tener una visión así del cine.
Lo que hace Vertov es, a partir de mostrar hechos que ocurrían en ciudades soviéticas -gente en la playa, la tecnología, el nacimiento de un niño, entre otras- es desarrollar un lenguaje fílmico único. Lo suyo es un quiebre con Eisenstein; a pesar de compartir ambos un marxismo profeso, Vertov evita la narrativa y la dramatización de grandes eventos, para mostrar lo mundano, lo
real, convirtiéndolo en algo extraordinario. Los dos cineastas revolucionaron el montaje; sin embargo, Vertov está liberado del guión; sus cortes son rápidos, frenéticos...Sus imágenes podrían parecer abstractas, sin sentido, pero tienen una interpretación libre, permiten a la audiencia sentarse y dejarse llevar por su ritmo...Quizás sea por esto que su película siga siendo
actual, bien añejada...
Finalmente hay que hacer un comentario sobre el score musical. Alex Otaola ha musicalizado recientemente la película, yendo del uso de pasaje mínimos, con piano únicamente, a ataques desenfrenados con instrumentos de viento, cuerdas y batería, haciendo de
El hombre de la cámara una experiencia única.
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