domingo, 1 de noviembre de 2009

Ven y mira... (Elem Klimov, 1985)



A pesar de las nacadas indignantes pero usuales de los Ramírez (todos los otros son iguales) y su lujoso complejito angelopolitano (el aspect ratio 1.37:1 estirado para que cubriera toda la pantalla, cuya consecuencia fue la omisión de “detallitos” a los bordes, como las cabezas de los personajes la mayoría del tiempo, o sus bocinas reventadas, puestas a un volumen atronador, insoportable, en solidaridad quizás a la sordera de Florya), vimos un milagro cinematográfico, que logró que nos olvidáramos del estado desmadrado de la copia y de los subtítulos hechos como por Arian Juárez, y nos perdiéramos en ella. Junto con noche y niebla de Resnais, es la película vista, que más nos acerca al horror nazi en la segunda guerra.
La peli tiene unos planos secuencia prodigiosos, abrumadores, insoportables, unos travellings hechos como con una moto donde se persigue a los personajes que corren, muestra la belleza que hay entre toda la mierda, y la mierda en lo bello, como dice Rilke al principio de sus elegías: “Pues la belleza no es nada sino el principio de lo terrible, lo que somos apenas capaces de soportar, lo que sólo admiramos porque serenamente desdeña destrozarnos.” Pero la película cruza esa frontera, es terrible, no hace más que destrozarnos.
La fotografía naturalista muestra lo inhóspito del paisaje, empezamos con un arenal, transitamos por bosques tupidos inaccesibles, ciénagas, y niebla, una niebla que cuando la cámara avanza hacia ella, nos da una sensación de infinito, de ciclo, nos provoca ansiedad y desamparo. Las ráfagas rojas que violentan el cielo, siempre gris azulado, en diálogo con el verde negruzco del suelo. El cambio radical de eje para denotar que Florya pierde la inocencia, la distancia ante la guerra, cuando descubre que su familia está muerta y entierra la cabeza en el fango. Hay tres momentos que no me dejarán, el del retrato con la pistola en la sien de Florya, el de la muchacha bestialmente violada caminando hacia la cámara, hacia Florya quien le dice: “amar… parir”, y el epílogo, el montaje del stock footage, el momento en que Florya estalla y termina de crecer, y empieza a balear el retrato hitleriano, a hablar por todo su pueblo, ¡ver la segunda guerra al revés! Con la carga emotiva, con las implicaciones, con la originalidad, con el absurdo milagroso, el anhelo y la imposibilidad, la foto de Hitler bebé, o después el plano secuencia de los rebeldes marchando, la cámara entra a la espesura negra de los árboles y sale para encontrarse al pelotón que avanza hacia la nieve, y se levanta… No sé qué tan racionalmente se puede ver una película así, sólo sé que me duele algo, algo muy grande, pero no sé qué…

1 comentario:

miguel pineda dijo...

una pelicual realmente, maravillosa, te duele, la admiras y la lloras, realmente exepcional