jueves, 19 de noviembre de 2009

Una breve exploración del nuevo cine documental mexicano

Mucho se ha dicho y escrito sobre el nuevo cine mexicano; esta nueva era es considerada ya sea aquella que empezó en 1991, con Solo con tu pareja de Alfonso Cuarón, o a partir de 2000 con Amores Perros de Alejandro González Iñárritu y Y tu mamá también del mismo Cuarón. Se habla de una nueva etapa por su alto nivel cinematográfico, por la crítica social, por la menor -por no decir nula- censura gubernamental, los orígenes de estos cineastas -algunos sin experiencia en cine pero con trabajos en publicidad-, la presencia de productores nuevos que han dado libertad creativa a los cineastas y el reconocimiento que ha ganado entre el público, tanto nacional como internacional.

Sin embargo, el documental hecho en México ha tenido un panorama distinto. Quizás sea porque su público es más especializado, sus temas son menos accesibles, sus espacios más reducidos y sus creadores más dispersos. Es notable que en sus 51 ediciones, los Arieles sólo han tenido la categoría de "Largometraje Documental" en 10 ocasiones, 1988, 1994, 1996 y de 2003 a la fecha. Por esto mismo vale la pena recalcar que a partir de 2003 el premio se ha dado de manera initerrumpida, lo que se puede interpretar como una señal de la mayor atención que ha ganado, así como el aumento en el número y calidad de producciones de este tipo, de lo que queda constancia que entre los nominados de este año para "Mejor Película" hubo 2 documentales. Asimismo, el Festival de Cine Documental de la Ciudad de México ha llegado a su cuarta edición, consolidándose como uno de los principales espacios para su exhibición.

Llegado a este punto, me parecería que también se puede empezar a hablar del Nuevo cine documental mexicano, el cual, por poner una fecha, inició en 1999 con Del olvido al no me acuerdo, y ha tenido un lento pero significado desarrollo. Entre sus principales representantes encontramos a Everardo González, Juan Carlos Rulfo, Eugenio Polgovsky y la prometedora Yulene Olaizola, entre otros. Son cineastas nacidos entre las décadas de los sesenta y ochenta que han revitalizado su campo de acción. Mientras que por una parte han hecho crítica social, han evitado caer en los clichés de lo mexicano; han explorado el pasado sin dejar de ver el presente; han definido un estilo propio y hecho una propuesta cinematográfica novedosa. Se les puede encontrar por diversos lugares: siguiendo los pasos de Pedro Páramo, partiendo de una historia de la abuela, olfateando las pistas de ladrones de los setenta. Viven en la ciudad pero no se olvidan del campo, prestan atención tanto al trabajador de una obra vial tanto como al migrante ilegal o al niño que trabaja.

Sus presupuestos son minúsculos a pesar de que pueden requerir años para filmar una de sus obras; el lograr la exhibición de sus películas puede ser tortuoso. Sin embargo, se han vuelto testigos de la realidad mexicana; por medio del lenguaje cinematográfico han mostrado personas e historias que muchas veces pasamos por alto. Tienen en común el filmar hechos que pueden parecer comunes, incluso marginales, pero que por medio de la fotografía y la edición se vuelven mágicos.

De esta manera ha llegado una nueva era del cine documental mexicano. Cada vez éste va ganando más espacios gracias al nivel artístico que ha mostrado. Por su parte, los documentalistas seguirán buscando en aquellos espacios olvidados e inadvertidos la realidad mexicana.

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