“Para qué voy a tratar de explicarlo si entre el sudor está entendido”Pintor Amigo del Pintor…
El sol del membrillo es una fascinación fascinante, parca, sobria, inocente y terrible del arte, más bien de lo humano en el arte, o de lo artístico en el hombre. La revelación “cinematográfica” de sus procesos.
Amo la paciencia de esta película, para relatar cada momento, el regodeo en “el tiempo”, un tiempo no sólo visible sino profundamente audible. El sonido de la pintura, el sonido de lo pintado, y el de lo no pintado.
Me gusta cómo muestra ese intento humano de apresar lo efímero, de hacer eterno un instante; la violencia sutil del arte. La sutileza de lo violento de crear, del encontronazo de las diversidades, de los elementos.
Me gusta la claridad con que aborda ciertos problemas, como el de la delimitación del punto de vista determinado por algo tan complejo y simple como el tamaño del cuerpo, la renuncia al lenguaje apalabrado, al menos la denuncia de sus incapacidades, la primera lengua que escuchamos, después de la “larga” y hermosa secuencia de apertura, es la de los trabajadores. No es español, y no se ofrecen subtítulos, ni explicaciones, es una apertura a la diversidad que clausura los empeños del lenguaje.
Me afectan los contrastes, las relaciones entre diversas líneas narrativas, entre diversas “realidades”; el canto del pintor (el arte) superpuesto a los ruidos cotidianos, a las imágenes cotidianas, que termina por ser “ensordecido” por la estridencia del tren.
La contemplación, y nada más, percibir que no pasa nada mas que lo que pasa, y lo difícil que es poder aguantar eso, es un solaz y un tormento.
Me gusta la batalla humana por proteger lo improtegible, porque lo fenoménico permanezca o mute, en función de nuestras exigencias, por nuestras intenciones (como el arte), que terminan modificándose, complicándose por las intenciones no intencionadas de la naturaleza; cuya efigie es el huidizo (alteridad ambigua) sol, que expresa este carácter mutable del mundo, el mismo sol, los diferentes soles, los infinitos soles, y sus infinitas relaciones con elementos infinitos (el membrillo). La posibilidad de ver un solo sol, o más bien de hallar en alguno lo deseado (la obra artística), es un accidente milagroso.
Y el hombre luchando contra estas fuerzas implícitas en sí mismo, y la ironía y el contraste de los dramas externos con los internos. Me gusta mucho la radio del pintor; lo más “complicado” pasando (las noticias) lo más “simple” (un cuadro) no puede pasar.
Y pues finalmente esa verdad hermosa y terrible de la inagotabilidad del objeto, del acto amoroso (en todas sus contradicciones) del artista por salvar las distancias insalvables entre sí y el mundo (incluso entre sí y sí)...
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