Fue en una tarde de domingo, por allá de 1997, que redescubrí el Cine. Conocía a Chaplin, a Lauren y Hardy, a Spielberg. Pero aquella función me presentaría una nueva visión del mundo; Theo Angelopoulos, con La Mirada de Ulises, cambiaría de golpe mi manera de ver el Cine. Imagen tras imagen fui entrando a otro universo: la fotografía de Giorgos Arvanitis, la música de Eleni Karaindrou, las imágenes de una Europa nueva para mi...
Un cineasta griego exiliado, A., vuelve a su país tras vivir en Estados Unidos. Su objetivo es encontrar tres rollos filmados por los hermanos Manakis a principios del siglo XX, la primera mirada de los Balcanes. Su búsqueda lo llevará a un Sarajevo en plena guerra.
Pero la travesía de A. es un vehículo para el verdadero tema de Angelopoulos: la Historia, de A., de los Manakis, de los Balcanes y del Cine mismo. Las cuatro están relacionadas y cobrarán un nuevo sentido al final del filme. El siglo pasado empezó en Sarajevo y el cine ya estaba ahí; ochenta años y varias guerras después sigue ahí, como testigo del paso del tiempo. A. es el agente para recorrer la historia de los Balcanes. Durante su viaje, varios momentos de su vida y de la los Manakis son reconstruidos. 1906, 1946, 1995...La memoria persiste, y en Sarajevo ha sido salvada por el anciano de la cinemateca. Los recuerdos invaden al cineasta durante su trayecto, son parte de él y de su actuar: su Grecia, su madre, su familia, sus filmes...Porque el Cine es nostalgia, el atenerse a una imagen, un momento, una vida y recrearlo, para no perderlo, para comprenderlo.
Asi, pasado y presente se mezclan, ligados por la tragedia de A.: no sólo el que los rollos esten en el infierno de Sarajevo, sino por su búsqueda por una identidad. ¿Es griego?, ¿cineasta?, ¿Coleccionista? El exilio lo ha despojado de identidad, y ha ido a buscarla a una region en plena lucha por redefinirse. No solo A. enfrenta una crisis, el mundo mismo lo hace. ¿Hay esperanza? Para Angelopoulos si la hay. El viaje continuará, la búsqueda de si mismo también. Ese es su futuro y esperanza.
Trece años han pasado de su estreno y las imágenes de la película permanecen en mi: el paisaje de la primera escena, la estatua de Lenin, la nieve, la entrada a Sarajevo, la orquesta al final del filme; todo con la inovidable música de Eleni Karaindrou, inseparable de la obra Theo Angelopoulos desde Viaje a Citeria.
Increiblemente sólo recibió el Gran Premio del Jurado en el festival de Cannes de 1995. Ese año, Underground recibió la Palma. Ambas películas tratan temas similares, los Balcanes y su historia reciente, sin embargo, Angelopoulos tiene una mirada más aguda; logra universalizar el conflicto, la lucha por una identidad no ocurre sólo en esa región...
Las palabras
Hace 1 mes